Bar Pashkri

Había terminado de asesinar a unos espías hacía apenas unas horas, era costumbre en Raymond acudir al bar Pashkri a relajarse y tomarse un buen plato de marisco cuando acababa una tarea de ese tipo. El dueño del bar era un buen conocido suyo, siempre le servía marisco de primera categoría. El bar era muy lujoso, reservado y discreto. El interior estaba decorado con motivos marinos y madera de fresno. La luz era de color azul claro que confería un ambiente de relax a la estancia. Raymond entró en el bar con el típico semblante de mafioso italiano cañon. Cruzó todo el bar hasta llegar a la barra. El camarero se marchó hacia la cocina, asintiendo con la cabeza al verle, no hicieron falta palabras. Raymond rotó levemente su silla para escrutar con la mirada si había alguien que mereciese la pena. La poca gente que había le miraba fugazmente, era como si su presencia infundiese respeto. Sabían que Raymond no era un simple ricachon, el saber que la gente no se atrevía a cruzarse con su mirada hizo crecer su ego bajo aquella fachada seria e intimidante, pero a la vez sensual y atractivo, una mezcla profundamente magnética.

Perséfone entro altiva en el bar, sin pararse mucho a observar quienes o que estaba a su alrededor. Se dirigió directamente a una mesa sola, en una esquina, apartada, donde no puieran molestarla. No estaba de mal humor pero prefería apartarse de la multitud. En aquel lugar su apellido la precedía a pesar de que su pasado era desconocido, y por ello Persefone resultaba extraña para todos los ricos que conocian a su padre. Un camarero se acercó a ella, la cual pidió algo dulce, dejando la eleccion al camarero culminando la frase con un: "Sorprendame"
Se fijó en un hombre que miraba el local. Quedaba algo lejos de ella, pero de frente, solo que como miraba en redondo la sala no le veía el rostro, pero podía sentir que era un tio de esos con el ego por las nubes.

Raymond detuvo momentaneamente su mirada en una mujer que acababa de sentarse en una mesa del bar. Retornó en seguida su mirada a la barra, buscando en vano al camarero cuyas manos debían de portar su excelente consumición. Permaneció sentado allí, con los codos apoyados sobre la encimera de la barra y las manos entrecruzadas a la altura de la barbilla, en postura intelectualmente desinteresada. Aquella mujer le había llamado ligeramente la atención, sin embargo esperaría a que fuese ella la que se acercase. Finalmente el camarero llegó con una bandeja repleta de suculentas piezas de marisco presentadas de diferentes formas, todas inmejorables.

-Tráigame una botella especial dijo, tras un imperceptible guiño, que sólo el camarero pudo apreciar.

Persefoné espero con cierta exasperación que le trajeran lo que había pedido. Tenia antojo de dulces (lo cual no era para nada inusual en ella, siempre quería comer cosas dulces) pero le fastidiaba que aquel camarero tardara tantisimo. Comenzó a juguetear con su pelo distraidamente mirando la mesa, intentando abstraerse de la sensación de que alguien la miraba.
Por fin, finalmente, apareció el camarero un pastel estilo brownie caliente, recien salido del horno, relleno de chocolate fundido y una bola de helado de vainilla junto al pastelito. Al verlo se me hizo al boca agua.
-Buena elección.-Le dije al camarero cogiendo la cucharita y metiendole mano a mi pastelito, el cual era especialmente delicioso.

Tras picotear un poco de la bandeja, Raymond llamó al camarero con un gesto. -Cuando aquella mujer termine de comer, dígale que la invito a una copa y unos deliciosos bocados de marisco. El camarero asintió y esperó hasta que ella terminase su brownie. Tras ello, se acercó disimuladamente hasta ella. -El caballero de la barra le quiere invitar a una copa y unas delicias de marisco. Y tras señalarle a quién se refería regresó a la barra, donde tenía trabajo que hacer.

Persefone se comía el pastelito lentamente, disfrutando cada intenso bocado de chocolate caliente mezclado con el frio de vainilla. El contraste en la boca resultaba delicioso y delicado, le encantaba. Sedijo mentalmente que tenía que averiguer el nombre de ese pastel. Apenas le quedaban dos bocados cuando el camarero se le acercó y le avisó de que un caballero quería invitarla a una copa y a marisco.
Observó al hombre, fiajndose en que era el tipo que parecía tene rel ego por las nubes.. se lo planteó. Una copa gratis.. ni le iba ni le venia, y el marisco no le apetecía despues del chocolate y el helado. Se levanto, aferrando el mango de su pistola/espada y se caercó hasta quedar a la espalda.
-¿Que interes tiene usted en mi para invitarme a una copa y a marisco sin conocerme de nada?
Dijo en tono serio sin dar rodeos ningunos, yendo directa al grano.

Raymond tomaba un ligero sorbo de su copa cuando sintió las frías palabras de la mujer rozarle la nuca, en un tono no tan agradable y cálido como imaginaba. Se limitó a dejar el vaso en la barra.-Aquí no entra una cualquiera. Todos los aqui presentes tenemos ciertas cosas en común. El bueno gusto, por ejemplo. ¿Acaso no es bueno que la gente con buen gusto hable con sus semejantes? La voz salió sedosa de sus labios, tranquila y varonil, como una caricia para los tímpanos de la mujer.

Persefone le observó de arriba a abajo detenidamente, juzgando si sentarse a su lado o no. Se sentó en un taburete a su lado, guardando las distancias, mientras el camarero le servia una copa de la misma bebida que estaba tomando aquel tipo.
-Yo no tengo buen gusto ni soy común entre esta gente.-Exclamé secamente dandole vueltas al líquido en la copa isn llebarmela a los labios. No tenia demasiada sed en aquel instante.- Por si no lo notas soy una nota discordante en este sitio.

Raymond tomó otro ávido sorbo de su copa antes de mirar de soslayo a aquella extraña mujer. -No quería ser tan directo teniendo a una persona con la mano armada justo a mis espaldas. Parecía reacia a probar la bebida, aunque no se había percatado de la artimaña del camarero. Por fin Raymond se giró levemente para mirarla, era joven, hermosa y salvaje, una combinación peligrosa. La miró muy fijamente con sus iris carmesíes, adulzó un poco el rostro para crear un ambiente más positivo. -¿Tratas así a todos o soy especial? Preguntó con el mismo tono de voz que al principio.

Dejó la bebida en la barra y apoyó la barbilla en las manos, dedicandole una sonrisa ladeada.
-Tranquilo, lo úncio que te diferencia del resto esque tu tienes el ego notablemente más alto.-Dijo directamente sin cortarse ni un pelo. La carcel le habían quitado todo el pudor y la verguenza que pudiese albergar a su persona. Metió un dedo en la copa y comenzó a darle vuelta spor los ifnos bordes del cristal, produciendo un sonido agudo y repetitivo que sonaba mientras ella acariciaba el cristal con la yema del dedo humedecida por el liquido de la copa.

Una sonrisa se abrió en el rostro de Raymond, mostrando unos dientes blancos y perfectos. -Eso es tan cierto como que eres una forajida rebelde, en el pleno sentido de la palabra. Dijo y volvió a tomar un sorbo, esta vez degustando más el sabor del trago, miró al trasluz el preciado líquido para después acercar su nariz al vaso y aspirar su aroma. -Me preguntaba desde que has entrado por qué has escogido este bar.

-Tu tambien tienes pinta de ser un honrado ciudadano.-Comenté irónica. El no tenia pinta de ser un ciudadano, más bien parecía un mercenario con demasiado dinero. Persofone observaba como el liquido ondeaba al ritmo de los circulos que trazaba con la supervicie de la copa.
-Porque esperaba estar a solar y no quedarme mucho por aqui, pero parece que hoy tengo el destino en mi contra..
Comentó con un suspiro llevandose la copa a los labios, dejando que todo el liquido resblaara por sus labios hasta descender rápidamente por su garganta, sin pararse a saborearlo siquiera.
-Bueno, ya he terminado la copa, ahora, si me dejais marchar...

Acabó el vaso y lo dejó nuevamente en la barra, tomó de la muñeca a la mujer impidiendo su retirada y la atrajo hacia sí, mirándola con seriedad. -No oses darle la espalda a tu Jefe. Dijo en voz baja pero firme, de modo que sólo ella pudo escucharle. Raymond la soltó para que pudiera sentarse por su cuenta y miró el reloj de su muñeca. Su consumición no tardaría mucho más en actuar.

Estuve a punto de soltarle un par de puñetazos en su linda cara hasta que pronunció esas palabras. Le miré, confundida.
-¿Jefe..?-Repetí en susurro sin llegar acreermelo. ¿Como podía ser ese tipo jefe mio? Me senté bien en el taburete y le miré recelosa. Aparté la vista, llevandome la mano a la sien. Me sentía amreada, como si tuviera un globo en la cabeza que me apretara el craneo y s eme fueron un momento lso parpados abajo. Me quedé de piedra. ¿Que me estaba pasando?

Observó cómo el brebaje estaba empezando a surtir efecto. Dentro de pocos minutos la mujer caería en un profundo sueño. Raymond se limitó a contemplar su rostro, rodeando los labios con su mirada. Entonces se levantó lentamente del taburete, mientras lo hacía la mujer iba cerrando cada vez más los ojos, cuando, justo antes de que cayese de espaldas Raymond la tomó en sus brazos. El camarero, alarmado, se acercó. -Tan sólo se ha desmayado, la llevaré al médico. Dijo, y con ella en brazos salió del bar.




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